Desde pequeña he ido contracorriente. Elegí desafiar el statu quo cada vez que veía una injusticia, cuando se faltaba a la verdad, si se me pedía hacer algo que me parecía incorrecto. Este año, para conmemorar el día internacional de la mujer, se ha elegido el lema #ChooseToChallenge y me siento plenamenta identificada.
Este año, para conmemorar el día internacional de la mujer, se ha elegido el lema #ChooseToChallenge
Como escritora, me interesa proyectar la mirada femenina, denunciar cómo los estereotipos nos empobrecen (esto, no solo afecta a los prejuicios sobre las mujeres, por cierto) y mostrar los sesgos cognitivos. Así que voy a tratar algunos de ellos a partir de escenas y situaciones que planteo en mi novela «La esencia de la lluvia» que transcurre a finales del siglo XIX.
Calladita estás más guapa
«Una cosa es que las mujeres participéis en las tertulias y opinéis de cualquier tema que salga a discusión —contestó Camil en tono de reproche— quizá para dinamizar la conversación o evitar que una confrontación dialéctica termine por arruinar la velada, pero no se espera de vosotras ninguna contribución trascendente.»
En las reuniones de sociedad, la participación de las mujeres se limitaba a dinamizar la velada y a intervenir contando alguna anécdota cuando tocaba templar los ánimos. Por supuesto, había mujeres más osadas que tenían una participación más activa, sobre todo cuando actuaban como anfitrionas (os recomiendo «Doña Perfecta» de Pérez Galdós).
Todavía hoy, nos toca sufrir que la misma idea que hemos propuesto sea aceptada cuando la propone un hombre
Todavía hoy, nos toca sufrir que nos interrumpan cuando exponemos nuestro punto de vista, que la misma idea que hemos propuesto sea aceptada cuando la propone un hombre, que en una discusión acalorada alguien asuma el papel de caballero blanco para defendernos (en lugar de defender nuestro argumento) o el famoso «mansplaining» (que sienta la necesidad de repetir nuestro argumento como si no fuéramos capaces de defenderlo nosotras solas).
La mayoría de las veces quien se comporta así ni lo hace a propósito ni es un machista recalcitrante. Se trata de sesgos cognitivos y modos de hacer heredados. En lugar de poner etiquetas (micromachismos, por ejemplo), prefiero hacer ver a la otra persona, en privado, que ese comportamiento no ayuda. La mayoría de las veces, funciona, aunque lo normal es que la persona niegue ese comportamiento primero y luego le cueste cambiar de hábitos.
Por cierto, también muchas mujeres nos comportamos así respecto a otras mujeres, nadie está libre de pecado.