Ordenar el caos para desarrollar el hilo narrativo
Lo primero son las ideas. Imágenes y escenas se arremolinan en mi cabeza. Dejo que el pensamiento fluya en un espacio multidimensional. Hacia adelante, en el sentido de la evolución de la historia, o hacia atrás, en el de los motivos que la sustentan. Hacia los lados, mientras los personajes van tomando forma, los eventos que hacen avanzar la trama aparecen en el momento más inesperado. Hacia lo desconocido, a medida que se abren nuevas posibilidades en forma de tramas secundarias y puntos de giro.
Esas ideas se mueven en una espiral con niveles crecientes de detalle y de riqueza. Empiezo a pensar en qué es lo que quiero contar, porque detrás de la historia, hay siempre una intención. A mí eso me resulta más complicado. Cuando me preguntan, ¿de qué va tu novela? Respondo con un resumen de lo que les pasa a mis personajes, aunque sé que eso no es más que una excusa para desarrollar algunos de los temas que me interesan: la búsqueda de una identidad propia, el enfrentamiento con el poder establecido o el significado de la felicidad.
Todo ello lo voy anotando en apps bajo títulos como “ideas y frases para nueva novela”. También tengo libretas varias en las que mis notas manuscritas me resultan difíciles de seguir pasados unos meses. ¿Qué estaba pensando cuando anoté esa frase enigmática?
voy anotando mis ideas en apps y libretas varias que resultan difíciles de seguir pasados unos meses
Por eso, finalmente me pongo a ordenar todas mis ideas. Tengo mi biblioteca de personajes, desarrollo una línea del tiempo con los principales eventos que he identificado, organizo las distintas tramas, creo carpetas con la documentación que voy a utilizar, acumulo fotos que me ayuden a describir la ambientación y, para todo ello, mi entorno de trabajo es fundamental.
Mi escritorio se llena de libros que puedo utilizar de referencia. Para mi primera novela, recurrí a la Historia de España de Ferran Soldevila, la “Història de Badalona” dirigida por Joan Vilarroya, el interesante nomenclátor de las calles de Badalona, el número especial que, sobre el centenario de la ciudad, publicó el diario “El Punt” o una recopilación de imágenes históricas.
La historia se desarrolla a lo largo del s. XIX que vivió muchas transformaciones tanto en el plano social, como político y científico. La cuestión del progreso es un tema central en la novela, por eso era importante que esa evolución se reflejara de forma adecuada. Escribí algunos de los principales acontecimientos políticos y sociales, las fechas de descubrimientos o inventos que tuvieron un impacto en la vida cotidiana, así como los principales eventos de la trama. Elegí colores distintos para cada tipo de acontecimiento y los fui pegando en un papel de embalar de metro y medio por cinco que colgué de mi biblioteca. Estuvo ahí un año y medio mientras iba desarrollando la historia.
El tiempo de la novela, casi nunca coincide con el tiempo de la historia, partimos de un punto y, mediante técnicas como el flashback o durante los diálogos, volvemos la vista atrás hacia el pasado, o incluso anticipamos lo que sucederá en el futuro. Elegir en qué momento y en qué secuencia vamos a contar al lector los sucesos, es una decisión crucial para mantener el interés y ayudar a comprender el desarrollo de la trama. Lo que hago es escribir en tarjetas el título de cada evento importante y los voy ordenando hasta que me siento convencida de cómo queda.
Respecto a los personajes, también dedico un tiempo de preparación para recrear cómo deberían ser. Intento que no sean demasiado tópicos y, para ello, me ayuda utilizar una guía en la que, no solo describo su aspecto físico o su carácter, sino también cuál es su biografía y aprovecho para darles nombre. Acabo por crear mi pequeña enciclopedia que luego tengo siempre a mano.
La tarea de juntar palabras la puedo realizar en cualquier lugar; el avión es uno de mis preferidos
Cuando ya tengo todo organizado, solo me toca empezar a escribir. La tarea de juntar palabras para acabar describiendo personajes, desarrollando escenas, introduciendo digresiones y creando la atmósfera adecuada la puedo realizar ya en cualquier lugar; el avión es uno de mis preferidos. Mi portátil es lo único que necesito y, por supuesto, los personajes cobran vida, los acontecimientos se desarrollan a medida que los escribo y toda esa organización previa, acaba transmutada en un nuevo universo.