Soy una malamadre y a mucha honra

Tenía poco más de treinta años cuando conocí a mi (actual) marido. Él ya tenía tres hijos, así que pasé de ser una joven activa a madre de familia numerosa en cuanto decidí que era el hombre de mi vida. Luego tuvimos dos hijos más, lo que me convirtió en lo que alguien se refirió como mamadrastra.

Podría contaros cómo se transformó mi vida a raíz de la maternidad, (spoiler alert: el primer pañal que cambié en mi vida era de una niña que ya comía macarrones). Sin embargo, lo que me trae por aquí hoy es reivindicar que soy una malamadre.

Se podría decir que hay tantas formas de ser madre como mujeres que lo son.

La maternidad (o la paternidad, que también tiene lo suyo) es una condición natural del ser humano como especie. Nacer. Reproducirse. Morir. Además, como seres racionales y emocionales, es una decisión personal que se incribe en lo más íntimo de cada persona. Se podría decir que hay tantas formas de ser madre como mujeres que lo son.

A las mujeres nos toca lidiar sobre cierta presión social, que acabamos interiorizando como nuestra, para ser madres y dar a esa condición un carácter casi sagrado. Se habla de que somos las que damos la vida, como si eso nos otorogara un poder sobrenatural. Se nos supone una abnegación hacia nuestra prole que nos convierte en mártires. Se nos atribuye una empatía absoluta que nos equipara a las superheroínas.

Todo eso es falso. Ser madre no te transforma en un ser superior. Sigues siendo una persona limitada, imperfecta, necesitada de atención y cariño, con un propósito en la vida que va más allá del cuidado de tus hijos.

En mi novela «La esencia de la lluvia» ironicé acerca de esa visión de la maternidad que blanquea casi cualquier conducta previa.

«Las habladurías se fueron acallando a medida que María Rosa consolidaba su posición de Sra. Sabater, le daba dos hijos y cuidaba de sus sobrinos, ahora convertidos en hijastros, como si hubieran salido de sus propias entrañas. La maternidad siempre tuvo mucho prestigio»

No solo la maternidad no nos hace mejores, sino que esas expectativas que se ponen en las madres, tan difíciles de cumplir, hacen que muchas vivan esa experiencia sin poder disfrutarlo plenamente. Por eso yo me reivindico como malamadre.

Mis hijos son una parte muy importante de mi vida, pero no el todo. Me hacen mejor persona en la medida en que sigo dispuesta a aprender de y con ellos. Me hacen más feliz porque no pretendo que se conviertan en una extensión de mis aspiraciones. Me empujan a aceptarme tal como soy cada vez que les veo luchar contra sus propias dificultades. Me siento honrada cada vez que me dan un beso inesperado. Soy una malamadre y a mucha honra.

Por qué he elijo desafiar el statu quo

Desde pequeña he ido contracorriente. Elegí desafiar el statu quo cada vez que veía una injusticia, cuando se faltaba a la verdad, si se me pedía hacer algo que me parecía incorrecto. Este año, para conmemorar el día internacional de la mujer, se ha elegido el lema #ChooseToChallenge y me siento plenamenta identificada.

Este año, para conmemorar el día internacional de la mujer, se ha elegido el lema #ChooseToChallenge

Como escritora, me interesa proyectar la mirada femenina, denunciar cómo los estereotipos nos empobrecen (esto, no solo afecta a los prejuicios sobre las mujeres, por cierto) y mostrar los sesgos cognitivos. Así que voy a tratar algunos de ellos a partir de escenas y situaciones que planteo en mi novela «La esencia de la lluvia» que transcurre a finales del siglo XIX.

Calladita estás más guapa

«Una cosa es que las mujeres participéis en las tertulias y opinéis de cualquier tema que salga a discusión —contestó Camil en tono de reproche— quizá para dinamizar la conversación o evitar que una confrontación dialéctica termine por arruinar la velada, pero no se espera de vosotras ninguna contribución trascendente.»

En las reuniones de sociedad, la participación de las mujeres se limitaba a dinamizar la velada y a intervenir contando alguna anécdota cuando tocaba templar los ánimos. Por supuesto, había mujeres más osadas que tenían una participación más activa, sobre todo cuando actuaban como anfitrionas (os recomiendo «Doña Perfecta» de Pérez Galdós).

Todavía hoy, nos toca sufrir que la misma idea que hemos propuesto sea aceptada cuando la propone un hombre

Todavía hoy, nos toca sufrir que nos interrumpan cuando exponemos nuestro punto de vista, que la misma idea que hemos propuesto sea aceptada cuando la propone un hombre, que en una discusión acalorada alguien asuma el papel de caballero blanco para defendernos (en lugar de defender nuestro argumento) o el famoso «mansplaining» (que sienta la necesidad de repetir nuestro argumento como si no fuéramos capaces de defenderlo nosotras solas).

La mayoría de las veces quien se comporta así ni lo hace a propósito ni es un machista recalcitrante. Se trata de sesgos cognitivos y modos de hacer heredados. En lugar de poner etiquetas (micromachismos, por ejemplo), prefiero hacer ver a la otra persona, en privado, que ese comportamiento no ayuda. La mayoría de las veces, funciona, aunque lo normal es que la persona niegue ese comportamiento primero y luego le cueste cambiar de hábitos.

Por cierto, también muchas mujeres nos comportamos así respecto a otras mujeres, nadie está libre de pecado.

Esta pandemia me está transformando

Hubo una época —no muy lejana en el tiempo, aunque sí en la memoria— en la que pasar el fin de semana en Dénia, mi segunda casa, no siempre me parecía el mejor plan. Son cuatro horas en coche que reducen las tardes del viernes y del domingo en una sucesión de paisajes familiares, entre playlist de Spotify, programas de Radio3 y ratos en silencio, porque a mi marido no le gusta la música.

Una vez ahí, paseos por las Rotas, una cerveza en el bar Helios, o un paseo en dirección poniente por la playa hasta el espigón, o por la vía verde entre campos de naranjos, una cena en Miguel Juan, preparar una paella en casa y comerla en la terraza con vistas al castillo, dormir a pierna suelta, decirle a Alexa que bajara la intensidad de las luces para ver una película de Netflix en esa televisión de plasma que se ve tan pequeñita.

Ese plan que me parecía gastado y aburrido hace un año, es con el que fantaseo en los días grises.

«La vida bohemia era un contraste de fríos amaneceres con noches gloriosas. Hambre en otoño y champaña la siguiente primavera. Y así, prestigio y desesperación en eterna permuta, hasta que la fama se asentaba. Si es que se lograba tal cosa, claro.»

Ayer encontré este párrafo al revisar fragmentos de la novela «La esencia de la lluvia» para mis entradas y me pareció que describía de forma acertada mi vida en este último año. Podría parafrasearla y decir que la vida en la pandemia está siendo un contraste de fríos amaneceres con noches gloriosas. Videoconferencia en otoño y paseos por el campo la
siguiente primavera. Momentos de angustia y revelaciones acerca de quién soy, qué sentido tiene mi vida, cuán afortunada soy por tener la familia que tengo, de disfrutar de mis amigos aunque sea por teléfono.

La vida en la pandemia está siendo un contraste de fríos amaneceres con noches gloriosas

Hecho de menos la vida social, esas conexiones casuales que tanto te enriquecen porque, al salir de tu círculo, te enfrentan a otras realidades, te abren nuevas perspectivas. En cambio, estoy recuperando la intimidad con mis hijos (los tres ya adultos) y las sobremesas con ellos son de lo más enriquecedor. Me gusta ver el lado positivo de las cosas, sin perder de vista la realidad que, además en mi caso, se está mostrando bastante clemente por el momento.

¡Volveremos!

«He venido a hablar de mi libro»

Yo quería ser escritora y me estoy convirtiendo en experta en marketing editorial

Una ha decidido que quería escribir. Piensas que es una actividad intelectual, elevada, sofisticada. Ya superaste la fase en la que tus allegados, esa mezcla de familia y conocidos que te conocen a medias e ignoran tus vicios, te miraban con la ceja enarcada, del escepticismo incial, algunos se apuntan a la preventa y unos pocos te demuestran su verdadero interés por leer el libro.

(Spoiler alert: no esperes que tu familia, tus compañeros de trabajo y tus conocidos compren el libro en tropel, las palabras de aliento no siempre se traducen en ventas.)

Estás ultimando los detalles con la editorial y, de repente, te ves sumergida en el lodazal del mercado: elegir una portada que atraiga a los lectores, escribir una reseña que intrigue a los lectores, dar a conocerte a los potenciales lectores, hacer presentaciones para que compren tu libro, diseñar estrategias en las redes sociales, ¿perdón?

Estás ultimando los detalles con la editorial y, de repente, te ves sumergida en el lodazal del mercado

Eso no es nada cool. Además no tienes ni idea y, si como es mi caso, has optado por la publicar en una editorial especializada en autopublicación y crees que se encargarán de lo esencial. Es cierto que la editorial te da algunas pautas, pero las decisiones las tienes que tomar tú.

La portada

Diseñas la portada ideal. Lo primero es que no se llama portada, sino cubierta, y ya vas descubriendo que eso de la publicación es para verdaderos profesionales. La portada que has imaginado tiene a tus dos protagonistas en la mansión familiar que juega un papel importante en la novela. La idea, sin ser demasiado original, te han dicho que funciona (solo hace falta ver las cubiertas de las últimas novedades editoriales). Entonces te das de bruces con la realidad, ¿quién va a crear esa imagen?

Si has caído en la trampa de buscar imágenes por internet, te encuentras que no es posible conseguir los derechos para ponerla en un producto comercial (como es un libro publicado) y todas esas horas invertidas en buscar la portada ideal se pierden en el limbo.

Así que recurres al fondo de imágenes de stock, que tiene miles y, aunque están clasificadas, es bastante difícil llegar a lo que buscas. Olvídate de encontrar algo parecido a lo que has imaginado o a lo que has encontrado en internet antes. En mi caso, me pasé muchas tardes de la semana santa de 2019 (esa en la que se podía ir a todos lados con libertad y sin mascarillas). Eliges algunas que te encajan y lo sometes a la votación de amigos y familiares. Primer chasco, la que más te gusta, la encuentran demasiado nostálgica y tristona. Segunda revisión. Al final eliges la imagen. La editorial te diseña la cubierta, pero le tienes que dar la sinopsis, además de una foto y una pequeña biografía de la autora.

Sinopsis y bio

Se supone que la sinopsis es el segundo elemento más importante, tras la cubierta, para conseguir que los lectores se decidan a comprar el libro. Así que esperas que la editorial te asesore. Olvídate. Te toca a ti escribir ese texto mágico para descubrir lo justo de la trama como para llamar la atención sin desvelar nada importante. Se supone que como escritora esto se te da bien, pero te das cuenta que no es lo mismo narrar una historia que conocer los trucos para que alguien se decida a descargar tu libro. Encontraréis un montón de consejos sobre cómo escribir una sinopsis, pero son de lo más genérico, a la hora de la verdad estás solo tú y tu teclado.

Respecto a la biografía, parece que eso es menos relevante. Así que lo despaché bastante rápido, aunque me queda siempre la duda de si esas palabras ayudan o no a saber quién soy, si el lector potencial siente simpatía o interés en saber qué va a contarle la persona que aparece en la foto con esa descripción que cumple su función sin más.

Llegamos a la cuestión de la fotografía. Rebuscas en las miles de fotos que tienes en el móvil y te das cuenta de que ninguna se corresponde con la imagen que quieres transmitir. Al final, te estás presentando como escritora, no como madre de familia, excursionista, aficionada al buen vino o cantante de karaoke. Si no conoces a ningún fotógrafo profesional o amateur, también te pasas un buen rato buscando el ángulo, la iluminación, el gesto, por no hablar de qué fondo eliges o de la ropa con la que vas a salir. Yo opté por un fondo gris, por el look “cara lavada” y una media sonrisa.

Promoción

El libro podrá estar mejor o peor escrito, la portada resultar provocativa o resultona, y la sinopsis despertar un deseo loco de leer el libro. Todo ello resulta infructuoso si nadie lo ve. En eso, tampoco la editorial ayuda demasiado, aunque ellos tienen su base de datos de periodistas y bloggers, con la cantidad de títulos que salen al mercado, resulta muy difícil captar la atención. Un par de reseñas, dos post en Instagram y a correr.

Y aquí viene la última frustración. Acabas de publicar un libro, estás muy ilusionada y tienes ganas de que lo lea mucha gente, te haga reseñas (estás incluso preparada para que te destrocen), pero de repente te das cuenta que lo que necesitas es hacer un curso acelerado de mercadotecnia para escritores en las redes.

Y en eso estamos…

¡Llegamos a los 1.000 ejemplares!

Alcanzamos los 1.000 ejemplares distribuidos entre las distintas plataformas: la edición impresa, las plataformas de impresión bajo demanda y el e-book de Kindle Amazon (que es lo que me ha permitido llegar a más gente).

Es un hito importante y más tratándose de una autora novel y autopublicada.

Quiero agradecer de nuevo el excelente trabajo de la Editorial Círculo Rojo.

Lectura en voz alta para combatir la cuarentena

He decidido unirme a otros autores y ayudar a que, entre todos, podamos combatir la ansiedad de estar encerrados en casa debido a la cuarentena.

Todos los días a las 20:05 , después de agradecer al personal sanitario, a las fuerzas de seguridad y al resto de trabajadores de los servicios esenciales por su continuado esfuerzo, voy a leer en directo en Instagram algunos de mis cuentos cortos y fragmentos de mi nueva novela.

¿Espero que pronto podamos volver a la normalidad! Mientras, yo me quedo en casa leyendo, también en voz alta.

Preguntas de los lectores

¿Por qué has titulado tu novela así? ¿Cómo se te ocurrió el final? ¿Es la protagonista tu alter ego?

Todo lo que siempre has querido preguntar a tu escritor favorito (o a esa desconocida que ha escrito la novela que te acabas de descargar al Kindle), ahora está al alcance de un formulario. Aquí van las respuestas a las preguntas más frecuentes. Iré añadiendo entradas en las próximas semanas.

¿Cómo elegiste el título de «La esencia de la lluvia»?

Tanto la cubierta como el título son la primera carta de presentación de una novela. Durante los casi cinco años que duró la escritura, fui anotando frases e ideas que podrían llegar a ser un título. Si esperáis que os diga que fue un momento de iluminación, siento decepcionaros. Fue un proceso largo, iterativo.

El nombre en clave fue primero «El Tatarabuelo» y luego «El positivista»., a veces de forma un tanto despectiva, a las personas que se interesaban por la ciencia y el progreso. A medida que el personaje de Carmeta cobraba más protagonismo, no podía dejar que Isidro acaparara el título.

Si esperáis que os diga que fue un momento de iluminación, siento decepcionaros.

Entre varias opciones, cobró fuerza el título de «Volverá la lluvia». La idea que quería suscitar es esa visión de la lluvia como la que abre y cierra ciclos. La que nos trae destrozos, pero también hace crecer las cosechas. La que limpia la polución del ambiente. Porque en la novela también vemos esos cambios de ciclo en las vidas de los protagonistas.

Cuando iba a realizar el registro de la propiedad, me di cuenta de que ya existía una novela con este título. El proceso de buscar otro fue doloroso. Finalmente, llegué al título final después de descartar otras opciones como «El desastre» (refiriéndome a la pérdida de las colonias españolas, pero también a los problemas de los protagonistas), «Días de sol y de lluvia» (explorando la misma idea), «Llegará la lluvia y pasará» (usando sinónimos, pero no me gustaba cómo sonaba). Incluso alguna absurda como «La seducción de Siracusa».

¿Existe la casa modernista donde viven los protagonistas?

La casa en la que habitan los protagonistas, Isidro y Carmeta, está inspirada en la Casa Roura. Una vivienda modernista que el arquitecto Lluís Doménech i Montaner construyó en 1892 por encargo de su cuñada. Si intentáis buscarla en Badalona, fallaréis, porque en realidad esta espectacular vivienda está en Canet de Mar.

El edificio tiene un valor sentimental para mí, puesto que fue restaurado por mi tío y dónde ubicó su restaurante «El Sant Jordi». Estuve en numerosas ocasiones y siempre me imaginé cómo hubiera sido vivir en ese entorno impresionante en su época de esplendor.

En la novela, la casa genera expectación entre los vecinos de la Badalona de finales del siglo XIX. Una mezcla de envidia y rechazo. La alta sociedad de la época apostaba por el neoclasicismo y el modernismo no se consideraba de buen gusto. Incluso tiempo más tarde, el gran Josep Pla criticaba con furia joyas del modernismo como el Palau de la Música, también de Lluís Domènech i Montaner.

En la novela, representa la culminación de las aspiraciones del protagonista Isidro: progreso y prosperidad.

Nota curiosa: en la novela, también introduje como personaje al propio arquitecto y tanto él como la casa funcionan como elementos que articulan las dos tramas principales.

¿Es la protagonista tu alter ego?

Cuando mi abuelo me contaba las correrías de mi tatarabuelo, el Isidro de la novela, me preguntaba cómo hubiera sido vivir en el siglo XIX y, de forma inevitable, me planteaba cómo sería vivir en un tiempo donde las mujeres teníamos muy limitadas nuestras posibilidades de desarrollo personal, nuestros derechos estaban reducidos y muchas veces en manos de los hombres de la familia, ya fueran el esposo, el padre o los hijos varones.

Me resistía a creer que hubiera aceptado la situación sin más. Por mi forma de ser, siempre pensé que habría buscado alguna forma de salirme con la mía y sortear las limitaciones sociales y legales para tener mi propia independencia.

Se puede decir que es una novela histórica feminista

En este sentido, sí hay aspectos de Carmeta que la convierten en mi alter ego. Me la imaginé soltera, porque no habría querido estar bajo las órdenes de un marido y tampoco sería fácil encontrar un hombre que aceptara a una esposa rebelde. Me la imaginé comprando libros de astronomía casi de forma compulsiva, porque al no poder ir a la universidad sería autodidacta. Me la imaginé manteniendo una relación sentimental con un hombre casado, porque no renunciaría al amor ni a la pasión por el hecho de estar soltera. Me la imaginé como señora de la casa, porque, aunque su padre ejerciera un control férreo sobre la familia, ella se habría ganado sus propios espacios. Me la imaginé ayudando a su padre a recuperarse del colapso económico, porque se sentiría responsable de su propio destino y no aceptaría sin más un matrimonio de conveniencia para resolver los problemas financieros de la familia.

Se puede decir que es una novela histórica feminista, en el sentido que reivindica las dificultades que teníamos las mujeres por tener nuestra propia independencia y la lucha anónima de tantas mujeres por no doblegarse a un destino impuesto. Carmeta no es una sufragista, solo una mujer de su tiempo.

Haters y shadowban

Los peligros de las redes sociales

Estar o no estar, esa es la cuestión. Y no es una cuestión con una respuesta fácil. Las redes sociales me permiten mantener el contacto con amigos, familiares y conocidos que residen en otras ciudades. También me gusta poder comunicarme con mis lectores y, por supuesto, son una herramienta de promoción casi indiscutible.

Cuando me lancé a la aventura de editar mi primera novela, tuve que construirme una presencia online pública. Hasta entonces, mis cuentas habían guardado celosamente la privacidad, incluso me tomé la molestia de crear grupos en Facebook para limitar el alcance de algunos posts, por ejemplo fotos familiares, que pensaba que no interesarían a mis conocidos. En Twitter tenía una cuenta abierta, que utilizaba solo en mi entorno profesional y que no me había supuesto mayores problemas. Solo en un par de ocasiones tuve que enzarzarme en algún hilo de discusión sobre economía.

Así que, digamos que mi experiencia anterior no era demasiado relevante a mis propósitos cuando empecé a crear mi identidad digital como Carina Vernet y me encontré con las primeras sorpresas, de esas que ya había oído hablar y pensaba que no eran para tanto… hasta que me sucedieron a mí.

El encuentro con el mundo hater fue inesperado

El encuentro con el mundo hater fue inesperado. Lancé mi primera campaña digital para anunciar el lanzamiento de «La esencia de la lluvia» y, cuando fui a ver cuántos likes había conseguido al segundo día, me encuentro con las siguientes entradas:

Ana: No la conozco
Mari: Solo Kindle???
Conchi: Como lo puedo pedir
Teresa: Yo lo estoy leyendo y me está gustando mucho
Sabina: Carina, por favor, cúal es el argumento de la esencia de la lluvia ?
Blanca: Vetada
          Sabina: Me has dejado sin saber el motivo de tu veto
          Blanca: de donde es esa escritora???
          Carina (yo): ¿A qué te refieres?
          Blanca: Boicot todos los productos catalanes

¡Vaya, mi primera hater! Empecé a darle vueltas a cómo actuar: responder y argumentar, recurrir a mi familia para que me defendiera, denunciar la catalanofobia en redes.  Llegué a la conclusión que abrir una discusión de claros matices políticos que no constituían el centro de la novela y en pleno lanzamiento, aunque me dieran cierta notoriedad, desviarían la atención. Además, no estaba claro que, en esa supuesta búsqueda de notoriedad, fuera a salir bien parada y el desgaste podría ser importante. Por suerte, Facebook permite ocultar los comentarios y, con eso, atajé el problema.


En verano, paseando por Mahón, encontré un curioso escaparate con figuras artesanales de clara referencia fálica junto a la foto de un desnudo (la foto del escaparate es la que acompaña esta entrada). Compartí la foto en Instagram hablando de la dificultad del artista para reflejar temas eróticos sin caer en la vulgaridad. Craso error. La fotografía estuvo ahí durante un par de meses hasta que un día me conecto desde el móvil y aparece un mensaje, que casi ni tuve tiempo de leer, diciendo que habían retirado una foto mía por no cumplir las normas de uso. No pude ver de qué foto se trataba y, al haber pasado ya tanto tiempo, y tantas publicaciones posteriores, tardé unas cuantas horas en caer en la cuenta de cuál de ellas podría ser.

Al consultar mi hashtag #laesenciadelalluvia veo que no aparece ninguna publicación

Un par de días más tarde, al consultar mi hashtag #laesenciadelalluvia veo que no aparece ninguna publicación. Busco en internet y compruebo que lo que ha ocurrido es que me están aplicando un shadowban. Es decir que, no solo han eliminado esa entrada, sino que han bloqueado parcialmente todo lo que comparto. La gente que me sigue o que accede a mi perfil sí puede ver el contenido, pero no aparecen mis entradas o historias al buscar por los hashtags que, como sabéis los usuarios habituales, es una de las principales fuentes de tráfico a tu perfil.

No hay información demasiado clara sobre el shadowban. En mi caso, no me advirtieron de que había infringido las normas, no me dieron la oportunidad de rectificar, ni si quiera me avisaron de que había sido bloqueada, ni de cuándo levantarían el veto parcial. Además, el shadowban se produjo bastantes semanas después de la publicación, por lo que lo más probable es que fuera a raíz de la denuncia de alguien que estimó que el contenido era inapropiado, puesto que los famosos bots que reconocen y bloquean pezones femeninos actúan en cuanto se publica la foto. O sea, fui vetada por la mojigatería de alguien. Si esto fuera (auto)ficción, diría que fue la misma Blanca que me había vetado en Facebook unas semanas antes.

Al cabo de algo menos de un mes y de ser una instagramer buena, me levantaron el shadowban. Os podéis imaginar mi desesperación en plena campaña de promoción y la frustración de pensar que darme de baja de la red, aunque fuera un gesto teatral, solo me perjudicaría a mí.


El último de los peligros de las redes sociales que he experimentado en carne propia es el tiempo que te roba. Estamos en promoción, así que toca publicar con cierta regularidad. Además, todavía no puedo permitirme una community manager, así que tengo que pensar en los temas, tomar y editar las fotos, publicarlos a las horas adecuadas con la ayuda de herramientas como Hootsuite y estar pendiente de contestar a las personas que interactúan conmigo. Todo ello me roba tiempo de lo que debería estar haciendo: terminar de una puñetera vez mi segunda novela. Sí, casi no tengo tiempo de sentarme a escribir y, saliendo de un bloqueo, los «robatiempos» son una excusa perfecta para procrastinar.

Otros artistas han dejado las redes sociales porque decían que no les aportaba mucho

He visto que otros artistas han dejado las redes sociales porque decían que no les aportaba mucho y, sobre todo, les consumía demasiado tiempo. Todavía no he llegado a ese punto. De momento, es la manera de darme a conocer y, me guste o no, no me toca más remedio para poder llegar a mis lectores. Por cierto, además, ¡también me divierte!

La escritura como revancha

Como escritora novel, una parte del proceso consiste en ir asumiendo esa nueva piel. Así que, en mi última reunión de networking con mujeres directivas y empresarias, decidí presentarme como escritora. Las reacciones fueron variopintas, aunque la mayoría mostró curiosidad e interés, sobre todo al señalar que era novelista (en ese ambiente, había varias mujeres que habían publicado sobre temas profesionales).

Una abogada de empresa me preguntó si escribía para vengarme o para dar rienda suelta a mis deseos, como dejando por sentado que esas eran las únicas pulsiones de un escritor o, al menos, de una escritora de vocación tardía. Me quedé muda, ¿tenía necesidad de pasar cuentas cuando decidí escribir mi novela?

Hay quien dice que todas las novelas son autobiográficas. Quizá sea una interpretación algo laxa de lo que es una biografía. En todo caso, resulta inevitable que experiencias, frustraciones y anhelos del escritor se infiltren en sus historias.

Antes de animarme a escribir mi primera novela, había escrito unos cuantos relatos cortos que abordaban temáticas muy diversas y sabía que lo que suele motivarme es la pregunta «¿Qué pasaría si…?» (por eso se titula así este blog). Así que mi respuesta a la abogada impertinente fue un rotundo «Pero, ¿qué dices?».

Suelo tener las ideas muy claras y las expreso con firmeza sin demasiada reflexión en caliente. Luego, a solas, sin nada que perder, ya me pongo a darle vueltas a las cosas. Mientras regresaba a casa en coche iba pensando: ¿He querido resarcirme por algo que me ha ocurrido? ¿He querido vengarme de alguien convirtiéndolo en personaje y haciéndole vivir el sufrimiento que me infligió en la vida real? ¿He creado una escena para llevar a la ficción lo que no pudo ser en la realidad?

Tuve que reconocer que era imposible dar una negativa tajante a alguna de esas preguntas, porque, entre el bagaje de un escritor, los momentos dolorosos así como los deseos no cumplidos, son recursos muy potentes.

entre el bagaje de un escritor, los momentos dolorosos así como los deseos no cumplidos, son recursos muy potentes

Mi primera novela está basada en mis antepasados y anécdotas de mi familia, pero no tenía ninguna deuda pendiente. Lamentablemente (y lo digo desde un punto de vista literario), me crié en una familia de esas que pueden considerarse felices, así que no puede tirar mucho por ahí.

Lo que sí debo reconocer es que hay pasajes o escenas que recrean algunas situaciones que he vivido y, en alguna ocasión, he pensado en nombrar a algún personaje con el nombre de alguien que me la ha jugado. Como cualquier personaje, sería un títere que estaría a mi merced como autora. Podría hacerlo sufrir y al final se arrepentiría de lo que me había hecho. Sin embargo, como no me gusta el maniqueísmo ni los personajes planos, acabo queriendo a todos mis personajes y, al tratar de humanizarlos, ese deseo inicial de venganza acaba desapareciendo y se impone lo que la historia demanda. En conclusión, si alguien que me conoce se ve reflejado en un personaje, puede que sea mera casualidad y lo que le ocurra a ese personaje no tendrá mucho que ver con mis sentimientos hacia esa persona.

Así que no, no escribo para vengarme.

Respecto a dar rienda suelta a mis anhelos, pasa algo parecido. Me puedo plantear un deseo no satisfecho e incluirlo en la historia, pero al final siempre acaba cediendo a las necesidades de la trama. Así que hacer una lectura lineal sobre mis aspiraciones personales a partir de una historia sería un poco arriesgado. Todo escritor sabe que la fantasía tiene sus propias reglas y acaban doblegando la voluntad para imponer su camino.

Todo escritor sabe que la fantasía tiene sus propias reglas y acaban doblegando la voluntad para imponer su camino.

La única excepción serían las localizaciones. La casa en la que viven los protagonistas de «La esencia de la lluvia» está en realidad situada en Canet de Mar. Se trata de la Casa Roure que fue restaurada por mi tío en los años noventa para montar un restaurante de alta cocina. Me hubiera encantado vivir en esa casa, así que en ella situé gran parte de la acción. Sí, elegir un escenario para que transcurra una acción me permite recrear sitios en los que me gustaría estar, incluso en las escenas terribles.

Por fin, empiezo a entender por qué los protagonistas de las películas suelen habitar en casas extraordinarias. No es (solo) para que queden bien en la pantalla, es que a los directores, guionistas, productores, les gustan esos lugares.