Esta pandemia me está transformando

Hubo una época —no muy lejana en el tiempo, aunque sí en la memoria— en la que pasar el fin de semana en Dénia, mi segunda casa, no siempre me parecía el mejor plan. Son cuatro horas en coche que reducen las tardes del viernes y del domingo en una sucesión de paisajes familiares, entre playlist de Spotify, programas de Radio3 y ratos en silencio, porque a mi marido no le gusta la música.

Una vez ahí, paseos por las Rotas, una cerveza en el bar Helios, o un paseo en dirección poniente por la playa hasta el espigón, o por la vía verde entre campos de naranjos, una cena en Miguel Juan, preparar una paella en casa y comerla en la terraza con vistas al castillo, dormir a pierna suelta, decirle a Alexa que bajara la intensidad de las luces para ver una película de Netflix en esa televisión de plasma que se ve tan pequeñita.

Ese plan que me parecía gastado y aburrido hace un año, es con el que fantaseo en los días grises.

«La vida bohemia era un contraste de fríos amaneceres con noches gloriosas. Hambre en otoño y champaña la siguiente primavera. Y así, prestigio y desesperación en eterna permuta, hasta que la fama se asentaba. Si es que se lograba tal cosa, claro.»

Ayer encontré este párrafo al revisar fragmentos de la novela «La esencia de la lluvia» para mis entradas y me pareció que describía de forma acertada mi vida en este último año. Podría parafrasearla y decir que la vida en la pandemia está siendo un contraste de fríos amaneceres con noches gloriosas. Videoconferencia en otoño y paseos por el campo la
siguiente primavera. Momentos de angustia y revelaciones acerca de quién soy, qué sentido tiene mi vida, cuán afortunada soy por tener la familia que tengo, de disfrutar de mis amigos aunque sea por teléfono.

La vida en la pandemia está siendo un contraste de fríos amaneceres con noches gloriosas

Hecho de menos la vida social, esas conexiones casuales que tanto te enriquecen porque, al salir de tu círculo, te enfrentan a otras realidades, te abren nuevas perspectivas. En cambio, estoy recuperando la intimidad con mis hijos (los tres ya adultos) y las sobremesas con ellos son de lo más enriquecedor. Me gusta ver el lado positivo de las cosas, sin perder de vista la realidad que, además en mi caso, se está mostrando bastante clemente por el momento.

¡Volveremos!