La escritura como revancha

Como escritora novel, una parte del proceso consiste en ir asumiendo esa nueva piel. Así que, en mi última reunión de networking con mujeres directivas y empresarias, decidí presentarme como escritora. Las reacciones fueron variopintas, aunque la mayoría mostró curiosidad e interés, sobre todo al señalar que era novelista (en ese ambiente, había varias mujeres que habían publicado sobre temas profesionales).

Una abogada de empresa me preguntó si escribía para vengarme o para dar rienda suelta a mis deseos, como dejando por sentado que esas eran las únicas pulsiones de un escritor o, al menos, de una escritora de vocación tardía. Me quedé muda, ¿tenía necesidad de pasar cuentas cuando decidí escribir mi novela?

Hay quien dice que todas las novelas son autobiográficas. Quizá sea una interpretación algo laxa de lo que es una biografía. En todo caso, resulta inevitable que experiencias, frustraciones y anhelos del escritor se infiltren en sus historias.

Antes de animarme a escribir mi primera novela, había escrito unos cuantos relatos cortos que abordaban temáticas muy diversas y sabía que lo que suele motivarme es la pregunta «¿Qué pasaría si…?» (por eso se titula así este blog). Así que mi respuesta a la abogada impertinente fue un rotundo «Pero, ¿qué dices?».

Suelo tener las ideas muy claras y las expreso con firmeza sin demasiada reflexión en caliente. Luego, a solas, sin nada que perder, ya me pongo a darle vueltas a las cosas. Mientras regresaba a casa en coche iba pensando: ¿He querido resarcirme por algo que me ha ocurrido? ¿He querido vengarme de alguien convirtiéndolo en personaje y haciéndole vivir el sufrimiento que me infligió en la vida real? ¿He creado una escena para llevar a la ficción lo que no pudo ser en la realidad?

Tuve que reconocer que era imposible dar una negativa tajante a alguna de esas preguntas, porque, entre el bagaje de un escritor, los momentos dolorosos así como los deseos no cumplidos, son recursos muy potentes.

entre el bagaje de un escritor, los momentos dolorosos así como los deseos no cumplidos, son recursos muy potentes

Mi primera novela está basada en mis antepasados y anécdotas de mi familia, pero no tenía ninguna deuda pendiente. Lamentablemente (y lo digo desde un punto de vista literario), me crié en una familia de esas que pueden considerarse felices, así que no puede tirar mucho por ahí.

Lo que sí debo reconocer es que hay pasajes o escenas que recrean algunas situaciones que he vivido y, en alguna ocasión, he pensado en nombrar a algún personaje con el nombre de alguien que me la ha jugado. Como cualquier personaje, sería un títere que estaría a mi merced como autora. Podría hacerlo sufrir y al final se arrepentiría de lo que me había hecho. Sin embargo, como no me gusta el maniqueísmo ni los personajes planos, acabo queriendo a todos mis personajes y, al tratar de humanizarlos, ese deseo inicial de venganza acaba desapareciendo y se impone lo que la historia demanda. En conclusión, si alguien que me conoce se ve reflejado en un personaje, puede que sea mera casualidad y lo que le ocurra a ese personaje no tendrá mucho que ver con mis sentimientos hacia esa persona.

Así que no, no escribo para vengarme.

Respecto a dar rienda suelta a mis anhelos, pasa algo parecido. Me puedo plantear un deseo no satisfecho e incluirlo en la historia, pero al final siempre acaba cediendo a las necesidades de la trama. Así que hacer una lectura lineal sobre mis aspiraciones personales a partir de una historia sería un poco arriesgado. Todo escritor sabe que la fantasía tiene sus propias reglas y acaban doblegando la voluntad para imponer su camino.

Todo escritor sabe que la fantasía tiene sus propias reglas y acaban doblegando la voluntad para imponer su camino.

La única excepción serían las localizaciones. La casa en la que viven los protagonistas de «La esencia de la lluvia» está en realidad situada en Canet de Mar. Se trata de la Casa Roure que fue restaurada por mi tío en los años noventa para montar un restaurante de alta cocina. Me hubiera encantado vivir en esa casa, así que en ella situé gran parte de la acción. Sí, elegir un escenario para que transcurra una acción me permite recrear sitios en los que me gustaría estar, incluso en las escenas terribles.

Por fin, empiezo a entender por qué los protagonistas de las películas suelen habitar en casas extraordinarias. No es (solo) para que queden bien en la pantalla, es que a los directores, guionistas, productores, les gustan esos lugares.