Algunas decisiones

Los cimientos de un relato

Si el origen de una historia está en esa pregunta que nos hacemos de “que pasaría si…”, el proceso de convertirla en una narración implica la toma de algunas decisiones que serán claves tanto en el desarrollo del argumento, como en dotarla de interés para el lector. Como escritora aspiro a conseguir atrapar al lector, cautivarlo y llevarlo a ese mundo que he recreado en mi cabeza. La pulsión interior de la que nace un escritor es muy variada y, sin entrar en el tópico de que “hay tantos motivos como escritores”, hoy no voy a entrar en qué me impulsa a escribir. Lo que sí quiero explorar es cómo, antes de empezar a plasmar una historia en palabras, tomo algunas de las decisiones importantes para conseguir crear el ambiente y el impacto que quiero conseguir en mis lectores.

como escritora aspiro a conseguir atrapar al lector, cautivarlo y llevarlo a ese mundo que he recreado en mi cabeza

Alguien podría pensar que lo importante es el argumento. Es cierto que un argumento potente es un elemento fundamental y, aunque hay grandes novelas escritas a partir de un acontecimiento mínimo, no es menos cierto que grandes historias se pierden por una estructura difícil o unos personajes estereotipados que no tienen profundidad.

Voy a tomar como ejemplo el relato corto Carretera perdida.

Empecemos.

[Atención, spoilers]

La elección del tipo de narrador es la decisión más clara e intuitiva. En este caso, quería entrar en la piel de la protagonista en su lucha por la supervivencia y que el lector tuviera ese punto de vista. Elegí un narrador con gran subjetividad ya que quería que el lector se metiera en la piel del personaje y pudiera sentir su lucha por sobrevivir. Esa subjetividad permitía también tomar distancia sobre los matones que atacan a la protagonista. No quería explorar cuáles eran sus motivos, ni siquiera invitar al lector a que se cuestionara por qué se comportaban como lo hacían. Utilicé la tercera persona, porque eso me permitía dar a conocer al lector qué estaba sucediendo más allá de los acontecimientos que vivía la protagonista y crear algo más de tensión respecto a la cuestión fundamental de “¿llegará a recibir ayuda a tiempo?”.

La elección del tono también fue fácil en este caso, puesto que el objetivo era revivir la experiencia de la protagonista, busqué centrar la atención en la experiencia física, con la idea de que en ese tipo de situaciones las funciones más reflexivas del cerebro quedan en un segundo plano y la prioridad es la supervivencia. El tono, por tanto, fue personal pero rehuyendo de lo reflexivo.

La decisión sobre cuál era el registro más adecuado, tanto en la elección del vocabulario, como en la estructura de las oraciones, fue algo más compleja. Finalmente, la decisión fue más bien intuitiva. Utilicé un vocabulario extenso y algo sofisticado, sin llegar a ser grandilocuente, para distanciar al narrador del personaje, y lo alterné con un vocabulario más intimista y cotidiano cuando quería meterme en la mente de la protagonista. A la hora de generar la ambientación, la elección de vocabulario y las imágenes sí fue totalmente consciente, en el primer párrafo, por ejemplo, el uso de palabras como “violencia”, “martillea” o “escupe sangre” anticipan el desarrollo de la historia con imágenes sombrías y vocabulario cada vez más tenebroso.

El uso del tiempo narrativo es otro de los factores clave. El relato empieza a mitad de una historia que, en total, transcurre a lo largo de pocas horas. Alterné el presente para desarrollar la historia a partir de ese punto, junto al uso del pasado en los flashback para ir descubriendo cómo ha llegado la protagonista a estar “tirada boca abajo” y luchando por sobrevivir. Eso, junto al uso de elipsis me permitió ir saltando espacios de tiempo para cimentar un relato no sé si de terror, pero sí de angustia, y mantener la tensión hasta el final. Porque la cuestión no es si podrá o no sobrevivir, sino si podrá reponerse a esa experiencia traumática.